Nuestra Declaración de Fe

Historia de nuestra declaración de fe

La primera (y única hasta ahora) declaración de fe que ha tenido la CBCOcc se aprobó por la asamblea general en el año 1978.  Fue la culminación de un proyecto que se estuvo estudiando por mucho tiempo en el Departamento Ministerial. En 1972 dicho departamento nombró una comisión con el propósito de que elaborara una declaración de fe. La misma estuvo formada por los siguientes pastores: Pbro. Leoncio Veguilla Cené, presidente de la convención y de la comisión, Dr. Luis Manuel González Peña, Dr. Rafael Alberto Ocaña, Pbro. Nemesio García y Pbro. Humberto Domínguez.

Ese mismo año, en el mes de junio, la Comisión presentó una propuesta del texto de la declaración en una asamblea del departamento ministerial, el cual fue discutido y aprobado. También se acordó seguir trabajando en la misma. En 1973 se modificaron algunos conceptos y palabras y se le añadieron los textos bíblicos de apoyo. Se siguió trabajando y en 1976 hubo una nueva comisión formada por los pastores Leoncio Veguilla, Luis Manuel González Peña, Israel Cordovés, Raúl Suárez, Héctor Hernández y Cirilo Alemán.

En 1977 se hizo el último estudio de la Declaración. Al siguiente año se japrobó definitivamente en la Asamblea Anual, posteriormente publicándose y difundiéndose ampliamente.

Al presentarse a la asamblea anual del 2012 la propuesta de nuevo reglamento para nuestra asociación, la declaración de fe aparecía al principio. Al analizarse esta parte del reglamento se llegó a la conclusión de que era necesario que una comisión la revisara para corregir imprecisiones en ortografía, gramática, sintaxis y estilo, así como en los textos bíblicos que sustentan cada una de las ideas que se expresan.

En la junta directiva se decidió que el comité de educación de la misma trabajara de conjunto con el Seminario para cumplimentar este acuerdo. Se nombró al Pbro. Bárbaro Abel Marrero Castellanos, como secretario de ese comité, al frente de este proyecto. Junto a él trabajaron de manera directa en la revisión los pastores y profesores del seminario: Carlos Sebastián Hernández Armas, Delvis Acuña Consuegra, Moisés Pérez Padrón y Carlos Miguel González González.

Además de corregir diferentes tipos de imprecisiones como las antes mencionadas, el equipo de trabajo procuró clarificar ideas que se expresan de manera ambigua en nuestra declaración, sobre todo en temas controversiales y polémicos de nuestros días, siendo este uno de los propósitos principales de las declaraciones de fe. Por esto, en la corrección del estilo se priorizó la claridad en las ideas por encima de una sofisticada elaboración literaria.

El documento final fue evaluado y aprobado por la Junta Directiva y el Seminario. Posteriormente se presentó y aprobó en la Asamblea General del año 2014.

1. Las Escrituras

La Santa Biblia (los 66 libros que fueron reconocidos definitivamente por el concilio de Cartago en el 397 d.C.) fue escrita por hombres divinamente inspirados (1) y es un tesoro perfecto de instrucción celestial (2). Tiene a Dios por autor (3), muestra el camino de la salvación (4), y su contenido es la verdad sin mezcla de error (5). Por tanto, ella constituye la norma suprema a la cual se debe sujetar todo juicio que se forme de la conducta, las creencias y las opiniones humanas (6), así como de la unidad cristiana (7). El criterio para su interpretación es Cristo Jesús (8). 

(1) 2Ped.1:20 – 21; (2) 2Tim.3: 16-17; (3) Heb.1:1-2; (4) 2Tim.3: 15; (5) Jn. 17:17; (6) Jos.1:8; Mt.4:1-11; (7) Ga.1:8; 2Jn.10; (8) Jn.5:39. 

2. El Dios Verdadero

Hay un solo Dios verdadero (1); Espíritu Infinito (2) y eterno (3); Creador y sustentador del universo (4); Omnipotente (5), Omnisciente (6), y Omnipresente (7). Es Amor (8), Santo (9), Justo (10), Perfecto (11) e inmutable (12); digno de todo amor (13) y alabanza (14). En la unidad de la divinidad existen tres Personas: el Padre (15), el Hijo (16) y el Espíritu Santo (17), iguales cada una en su divina perfección, coexistentes y coeternales, que desempeñan oficios distintos, pero que armonizan en la grande obra de Redención (18). 

(1) Deut. 6:4; Jer.10: 10;  Jn.17:3; (2) Jn.4:24; II Crón.6: 18; (3) Sal.90:2; (4) Gén. 1:1; Col.1:17; (5) Gn.17:1; (6) 1Jn.3:20; (7) Sal.139:7-12; (8) 1Jn.4:8; (9) Is.6:3; (10) Deut.32:4; Sal.119:137; (11) Mt.5:48; (12) Stgo.1:17; (13) Mt.22:37; (14) Sal.148; (15) Ef.4:6; (16) Jn.20:31; (17) Hch.5:1-4; (18) Mt.28: 19; II Cor.13:14; 1Ped.1:2 

Dios el Padre es sobre todo (1), de quien proceden todas las cosas (2). Él es Padre de todos aquellos que llegan a ser sus hijos por medio de la fe en Cristo Jesús (3), a quien por amor envió para que los hombres pudieran tener vida eterna (4). Él revela su verdad a los hombres (5) y da recompensas (6). Debe ser glorificado por la vida ética de sus hijos (7). A Él deben ser dirigidas las oraciones (8), en el nombre del Hijo (9), y con la intercesión del Espíritu Santo (10). 

(1) Ef.4:6; (2) 1 Cor. 8:6; (3) Jn.1:12; (4) Jn.3:16; (5) Mt.16:17; (6) Mt.6:6; (7) Mt.5: 16, 44, 45; (8) Mt.6:6,9; (9) Jn. 14:13; (10) Ro.8:26. 

Jesucristo es nuestro Salvador (1) y Señor (2); engendrado por el Espíritu Santo (3) y nacido de la virgen María (4). Es verdadero hombre (5) y verdadero Dios (6). Murió crucificado por nuestros pecados (7), resucitó de entre los muertos (8) y ascendió a los cielos (9). Asimismo  ha de venir victorioso al mundo en forma universalmente visible (10) para juzgar a los vivos y a los muertos (11) y consumar su reinado absoluto (12).

(1) Tit.2:13; (2) Filp.2:11; (3) Mt.1:20; (4) Lc.1:35; (5) Heb.2:14; (6) 1Jn.5:20; (7) Filp.2:8; 1Cor.15:3; (8) 1Cor.15:4; (9) Hch.1:9,11; (10) Ap.1:7; (11) Jn.5:25-29; (12) Ap.11:15

El Espíritu Santo es una persona divina (1), cuyo ministerio consiste en convencer al mundo de pecado (2) y conducir a los cristianos a toda verdad (3), a quienes también sella, en el momento que creen (4),  para el día de la redención (5) y los enviste de poder para cumplir la Gran Comisión (6). 

(1) Ef.4:30; Jn. 15:26; (2) Jn. 16:8; (3) Jn. 16:13; (4) Ef.4:13; (5) Ef.4:30; (6) Hch.1:8. 

3. El Hombre

El ser humano fue creado por Dios a su imagen y semejanza en el sentido espiritual, moral e intelectual (1), sexualmente definidos, de manera complementaria, como varón y hembra (2), para vivir en santidad, sujeto a las leyes de su Creador (3). Fue dotado de libertad, pero por transgresión voluntaria cayó de su estado perfecto (4), arrastrando por herencia a toda la raza humana a condenación eterna (5); sin embargo, Dios, en su infinita misericordia y gracia proveyó para el hombre caído plena redención y justificación en Jesucristo (6).

(1) Gn.1:26; (2) Gn.1:27,28; (3) Gn.2:7- 17; (4) Gn.3:1-8; (5) Ro.5: 12- 21; (6) Gn.3:15, Ga.4:4-5. 

4. La Salvación

Dios quiere que todos los hombres sean salvos (1). La salvación de los pecadores es por la gracia de Dios, por medio de la fe (2), en virtud de la obra redentora de Cristo (3); quien cumpliendo la voluntad del Padre (4) se hizo hombre exento de pecado (5), honró la ley divina con su obediencia personal (6) y con su muerte dio plena satisfacción por los pecados de toda la humanidad (7), haciendo partícipes a los que creen de la victoria de su resurrección (8). 

(1) 1Tim.2:4; Ti.2:11; 2Ped.3:9; (2) Ef.2:8; (3) Ro.3:24-26; (4) Heb.10:7; (5) Heb. 4:15; (6) Heb. 5: 8-9; (7) 1Jn.2:2; 1Tim.4:10; 2Cor.5:19; (8) ICor.15: 53 -57. 

a) LA JUSTIFICACIÓN.

La justificación es el acto por el cual Dios declara justo al pecador, en virtud de su fe (del pecador) en la obra redentora de Cristo (1), y no por consideración de ninguna obra de justicia que hagamos (2), imputándonos Dios gratuitamente mediante esta fe la justicia perfecta de Cristo (3), lo cual nos introduce a un estado completo de paz con Dios (4).

(1) Ro.3:21-26; (2) Ga.2:16; (3) 2Cor.5:21; (4) Ro.5: 1. 

b) CARÁCTER GRATUITO DE LA SALVACIÓN 

El Evangelio ofrece gratuitamente los bienes de la Salvación a toda criatura (1) y es deber de todos aceptarlos inmediatamente (2), con fe (3) y arrepentimiento (4). El único obstáculo para la salvación de cualquier pecador es su rechazo voluntario al Evangelio debido a su perversidad (5).

(1) Mr.16:15; (2) Hch.2:37,38; (3) Jn.6:47; (4) 2Ped.3:9; (5) Jn.3:19,36. 

c) LA REGENERACIÓN 

Para ser salvo hay que ser regenerado, o sea, nacer de nuevo (1), lo cual consiste en una obra sobrenatural dentro del creyente que no está al alcance de nuestra inteligencia (2), por el poder del Santo Espíritu (3) y con la instrumentalidad de la Palabra de Dios (4). Esto nos hace hijos de Dios por la fe en Jesucristo (5) y produce en nosotros una vida nueva (6).

(1) Jn.3:5;    (2) Jn.3:6-8;    (3) 1Ped.1.22,23; Ti.3:5;     (4) Stgo.1:18;    (5) Jn.1:12,13; 3:9-14;    (6) 2Cor.5:17

d) EL ARREPENTIMIENTO Y LA FE. 

El arrepentimiento y la fe son reclamos del Evangelio (1) y asimismo son gracias inseparables, de las cuales podemos disfrutar por el auxilio del Espíritu Santo (2). De esta forma, profundamente convencidos de nuestra culpa, de nuestro peligro y de nuestra impotencia, como también de lo referente al camino de salvación mediante Cristo (3), nos volvemos hacia Dios sinceramente contritos, confesándonos con Él e implorando su misericordia (4), reconociendo a Jesucristo como el Señor de nuestras vidas (5), y confiando en él como nuestro único y suficiente Salvador (6).

(1) Mr.1: 15; (2) Hch.11:18; Ro. 2:4; (3) Jn.16:8; 14:6; (4) Hch.2:37-41; (5) 1Cor.12:3; Ro.10:9; (6) Hechos 4:12 

5. El propósito eterno de la Gracia Divina.

La elección es el propósito de Dios, según Su presciencia, de salvar, regenerar y santificar misericordiosamente a los que creen en Cristo (1). Este propósito, perfectamente consecuente con la libre agencia humana, abarca todos los medios junto con el fin, que es llegar a ser como Cristo (2), manifiesta la soberana bondad divina (3), excluye absolutamente la jactancia, promoviendo la humildad (4) y se evidencia en la vida fructífera de todos los que realmente reciben a Cristo (5).

(1) 1Ped.1:2, 18-21; (2) Ro.8:28-30; (3) Ef.1: 3-6; (4) 1Cor.1:26-29; (5) 2Ped.1: 5-10.

6. La Santificación.

La santificación es el proceso mediante el cual experimentamos en nosotros la naturaleza de Dios (1), según Su voluntad (2). Esta es una obra progresiva que comienza con la regeneración y termina en el día de Cristo (3), desarrollada en el corazón fiel por la presencia y poder del Espíritu Santo (4). Además existen algunos medios facilitadores de este proceso, tales como la Palabra de Dios (5), la confesión de pecados (6), la oración (7) y el compañerismo cristiano (8).

(1) 2Ped.1: 4; (2) I Tes.4:3; (3) Filp.1: 6; (4) 2Cor. 3:18; (5) Jn.17: 17; (6) IJn.1:9; (7) Mt.26: 41; (8) Heb.10:24, 25. 

7. La perseverancia de los Santos.

Los cristianos regenerados no apostatarán para perecer irremediablemente, sino que permanecerán hasta el fin (1). Ellos han sido sellados por el Espíritu Santo para el día de la redención (2). Su adhesión perseverante a Cristo es la señal que los distingue de los que aparentemente hacen profesión de fe (3).  Los cristianos auténticos son custodiados por el poder de Dios para salvación (4).

(1) Jn.10: 27-29; Heb.10:39; (2) Ef.1:13, 14; 4:30; (3) Filp.1:6; 1Jn. 2:19; (4) Ro.8:37-39; Jud.24.

8. La Ley y el Evangelio.

La Ley de Dios es santa, justa y buena (1); pero el hombre está incapacitado por su naturaleza pecaminosa para cumplirla (2). La misión de la ley fue servirnos de guía para llevarnos a Cristo (3), quien la cumplió como nuestro Sustituto (4). El Evangelio es la buena noticia de salvación en Cristo a todo aquel que cree (5), sin necesidad de las obras de la ley (6).

(1) Ro.7:12; (2) Ro.7:14; (3) Ga.3: 24; (4) 2Cor.5:21; (5) Ro.1:16; (6) Ro.3:28. 

9. Una Iglesia del Nuevo Testamento.

La iglesia es universal (1) y local (2). Fue fundada por Cristo (3) y constituida como un Cuerpo por el Espíritu Santo en el día de Pentecostés (4). Una iglesia local neotestamentaria es un cuerpo de creyentes en Cristo que han dado testimonio de su fe por medio del bautismo (5), unidos voluntariamente para la adoración, el compañerismo, el servicio, la proclamación del Evangelio y para sostener las doctrinas del Nuevo Testamento (6). Practica las ordenanzas (7), tiene un gobierno congregacional (8) y ejerce deberes y derechos según nos muestra el Nuevo Testamento (9). Sus oficiales son pastores y diáconos, con determinados requisitos, derechos y obligaciones (10). Además, cada miembro debe desempeñar una función específica dentro de la congregación según los dones espirituales recibidos (11). El programa permanente de la iglesia le fue dado en la Gran Comisión (12).

(1) – Ef.5:25; (2) 1Cor.1:2; (3) Mt.16: 18; (4) 1Cor.12:13; (5) Hch.2: 41; (6) Hch.2:42-47; (7) Mt.28:19; 1Cor.11:23-26; (8) Hch.6: 5; 15:22; (9) Mt.18: 17-18; (10) I Tim.3: 1-13; 5:17; Heb.13:17; (11) 1Ped.4:10; Ro.12:4-8; (12) Mt.28:19,20; Hch.1: 8.

10. Las Ordenanzas: Bautismo y la Cena del Señor.

a) El Bautismo.

El bautismo cristiano es la inmersión en agua de la persona que tiene fe en Cristo (1), en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (2), a fin de proclamar, mediante el profundo significado simbólico que tiene este acto, su identificación con el Salvador crucificado, sepultado y resucitado, así como la novedad de vida que resulta de la fe (3). Es un requisito previo para ser parte de la membrecía de una iglesia local (4)

(1) Mr.16:16; Hch.8:36-39; (2) Mt.28:19; (3) Ro.6:4; (4) Hch.2: 41 -42 

b) Cena del Señor.

La Cena del Señor es una ordenanza dada a la Iglesia (5), donde se usa simbólicamente cierta provisión de pan y vino para representar respectivamente el cuerpo y la sangre de Cristo (6). En ella participan los miembros de la iglesia, quienes de esta forma conmemoran y anuncian la muerte de su Señor hasta que venga en gloria, al mismo tiempo que proclaman la fe que le tienen y la esperanza de la vida eterna en virtud de la resurrección de Cristo de los muertos (7). Su observancia debe ser precedida por el auto examen detenido de cada participante (8).

(5) 1Cor.11:23; (6) Lc.22: 17 -20; (7) 1Cor.11:24 -26; Mt.26:29; (8) 1Cor.11:27-29. 

11. El Día del Señor.

El día del Señor es el domingo, porque ese día Jesucristo, al resucitar de los muertos, terminó su obra redentora al igual que el Padre terminó en sábado su obra de creación (1) y se ha de consagrar a la adoración cristiana, privada y pública (2), a fin de prepararse para “el descanso que le queda al pueblo de Dios” (3).

  1. Jn.20:1; (2) Hch.20: 7; 1Cor.16: 2; (3) Heb.4:9

12. El Gobierno Civil.

El gobierno civil existe por disposición divina, para los intereses y el buen orden de la sociedad humana (1), por lo que debemos orar por los gobernantes (2), honrándolos en conciencia y obedeciéndoles (3), salvo en aquello que claramente se oponga a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, único dueño de la conciencia y Rey sobre cualquier autoridad terrenal (4). La Iglesia y el Estado deben estar separados, reconociéndose mutuamente y fungiendo cada uno en sus respectivas esferas con recíproco respeto (5). El cristiano debe ser el mejor ciudadano (6).

(1) Ro.13:1; (2) Tim.2:1 -2; (3) 1Ped.2: 13-17; (4) Hch.4: 19-20; 5:29; (5) Mt.22:21; (6) 1Ped.2:11-16.

13. El Mundo Venidero

El fin del mundo se acerca (1). Cristo descenderá del cielo (2) y levantará a los muertos del sepulcro (3). Se verificará una separación solemne (4) donde los impíos serán sentenciados al castigo eterno y los justos al gozo sin fin (5). Este juicio determinará para siempre, sobre principios absolutamente justos, el estado final de los hombres, en el cielo o en el infierno (6). Habrá para los redimidos cielos nuevos y tierra nueva donde more la justicia (7).

(1) 2Ped.3:10; (2) Ap.1:7; (3) Jn.5:28,29; (4) Mt.25: 32-33; (5) Mt.25:46; (6) Ap.20:11-15; (7) 2 Ped.3:13; Ap.21:1,2.

14. Autonomía e interdependencia de las Iglesias.

Las iglesias bautistas son locales y autónomas (1), su gobierno es congregacional (2), y se sostienen y expresan por sí mismas. Ninguna está por encima ni por debajo de otra. Los bautistas desarrollan la interdependencia de las iglesias (3), se unen fraternalmente y ofrecen su cooperación voluntaria para cumplir la Gran Comisión (4). 

(1) 1Cor.1:2; (2) 1Cor.5: 12-13; (3) 1Cor.16: 1; (4) Mt.28:19.