
El pueblo de Cristo debe, según la ocasión lo requiera, organizar las asociaciones y convenciones que sean convenientes para lograr la cooperación que se necesite a fin de realizar los grandes objetos del Reino de Dios.
Como iglesias autónomas, los bautistas creemos que la cooperación es un hecho bíblico y por lo tanto un deber cristiano, por lo que cada iglesia tiene el deber de cooperar con otras para la extensión del reino de Dios, para la beneficencia en tiempos de crisis y para proyectos comunes, tales como campañas, plantación de iglesias, entrenamiento de líderes, y publicaciones.
Las iglesias deben asociarse con el fin de potenciar sus recursos y ser un impacto mayor con el evangelio para la gloria de Dios y el bien de los perdidos.
Enrique Dámaso afirma que «muchos estudios han comprobado que la cooperación es una de las claves del progreso de las iglesias bautistas en el mundo entero».
Las organizaciones que se crean con el fin de llevar a cabo el principio de la cooperación no tienen autoridad una sobre otra ni sobre las iglesias. Este principio no invalida en lo absoluto la autonomía de la iglesia ni el gobierno congregacional.
La cooperación entre diferentes denominaciones cristianas es aconsejable siempre y cuando el fin de esa unión esté justificado y no se violen los principios de conciencia o se sacrifiquen la lealtad a Cristo y a su Palabra.
La cooperación reduce el egocentrismo y genera mayor hermandad en el servicio mutuo. Debemos estar siempre a favor de cualquier esfuerzo que redunde en el beneficio del pueblo de Dios y la salvación del mundo, sin sacrificar otros principios.
«pues aún a Tesalónica me enviastes una y otra vez para mis necesidades».
Filipenses 4:16
