
«Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redarguir, para corregir, para instruir en justicia».
2 Timoteo 3:16
La Biblia, como revelación inspirada de la voluntad y del camino de Dios, es completada totalmente en la vida y enseñanzas de Cristo, es nuestra regla autoritativa de fe y práctica.
Para muchos este principio «pugna» con el señorío de Cristo como principio primario. Pero indiscutiblemente Cristo es más importante que la Biblia, de otra manera esta llegaría a ser un fetiche y nos convertiríamos en bibliolatras. Cristo es la palabra viviente, de la cual da testimonio la palabra escrita.
«Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí».
Juan 5:39
Cristo es el climax de la revelación de Dios a los hombres, registrada en la Biblia.
«Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo».
Hebreo 1:1-2
Se ha dicho que la Biblia es la revelación objetiva que sirve como guía y control de las experiencias subjetivas del individuo y la congregación. Si no tuviéramos la Palabra de Dios sería muy difícil definir con objetividad la voluntad de Dios, aun en los aspectos más básicos de la fe.
Los BAUTISTAS hemos luchado y debemos seguir haciéndolo para que la Biblia sea por siempre nuestra ÚNICA regla de fe y práctica, como expresión inequívoca de la voluntad de nuestro único Señor, Jesucristo.
La conversión de Lutero se debió a la lectura y a la enseñanza de la Biblia. En 1521 él declaró dramáticamente: «mi conciencia está cautiva de la Palabra de Dios».
Igual lo está la nuestra.
